Autor: Javier Lamagrande
Editorial: Dunken. Buenos Aires Argentina. 2022
Las instituciones educativas en todos los niveles y modalidades son una caja de resonancia donde todo lo que sucede en el hogar y en la vida se ve reflejado. En los últimos años las vivencias y necesidades que transmiten los alumnos excede la adquisición de contenidos de las materias que se les imparte. El mundo actual es complejo, muy complejo, hemos atravesado una pandemia que dejó personas con duelos reales, personales y sociales. Los índices de personas en crisis han crecido, las autolesiones y las ideaciones suicidas han aumentado. Frente a esto las instituciones escolares deben capacitarse para dar contención a los alumnos y docentes y, básicamente deben brindar herramientas emocionales que les sirvan para generar “Mecanismos de afrontamiento” y “Tolerancia a la Frustración”. Es tarea de todos como sociedad acompañarnos en este cambio. Es tarea de las diferentes instituciones educativas capacitar a sus docentes y equipos psicopedagógicos para tener herramientas para el acompañamiento y contención de los alumnos.
Este, mi cuarto libro sobre la temática en que me he especializado, es el resultado de muchos años de trabajo concreto, en escuelas, en hospitales, en el acompañamiento real a personas y familiares con enfermedades limitantes para la vida, o en final de vida. Es el acompañar a aquellos que transitan un proceso de duelo, para validar su sentir y darle herramientas para transitar ese proceso. Es también, años de estar cerca de quiénes por diversas razones sienten que no quieren más y desean dar fin a su vida. Es un trabajo constante con amigos, familias que han tenido un fallecimiento por suicidio para que puedan entender o al menos intenten hacerlo. Es entender a las madres y familiares que pierden de forma inesperada un hijo o un familiar. Es trabajar desde la posvención del hecho hacia la prevención. Me he dado el permiso de contar y compartir, en este que es mi cuaderno real, las vivencias y lo que pienso de algunas circunstancias relacionadas con mi quehacer como Tanatólogo.
Y, lo que soy una mezcla rara entre docente y Tanatólogo, un “híbrido”, como me dijeron una vez, introduzco el concepto de “Pedagogía de la Finitud”, tanto la Pedagogía de acompañar en procesos de enfermedad a niños/niñas y adolescentes (que llamamos Pedagogía Hospitalaria y Domiciliaria), como la Pedagogía de la Finitud son conocimientos que como sociedad, y hoy después de una pandemia, necesitamos todos. Encontraran también dos apartados que para mí significan mucho: “Los derechos de una persona en duelo” y “Los derechos de una persona en final de vida”. Este cuarto libro tiene mucho de los tres anteriores, ya que muchos conceptos los tomo y los contextualizo en el hoy. Sigue siendo para mí, luego de tantos años un honor, una pasión y en este libro básicamente quiero decir gracias a todos los que acompañé, gracias a todos los que confiaron en mí en sus procesos de enfermedad o en sus duelos. Gracias a todos los que con sus vivencias me enseñaron este camino de ser Tanatólogo.